jueves, 7 de febrero de 2013

Fotografía

Con la cara empapada de lágrimas que aun brotaban sin cesar por sus dos ojos grandes entró en el estudio de fotografía de la esquina. No había nadie. Llamó desesperadamente al fotógrafo, que salió de la trastienda y le pidió le que hiciera un retrato.
- Claro que sí, pero cálmate un poco. No querrás salir así, llorando.
- Precisamente. Quiero que fotografíe usted mis lágrimas.
- Chiquilla, nadie se hace una foto llorando.
- Por eso. Si una foto es un instante de nuestra vida, un momento que queremos recordar para siempre, ¿por qué sólo congelamos sonrisas, la mayoría de ellas falsas? ¿acaso no lloramos, no sufrimos también?. Quiero recordar estas lágrimas, no olvidar este día, este momento ni el motivo por el que lloro. Porque el olvido no es una liberación, sino la condena a volver a caer. 

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