sábado, 26 de noviembre de 2011

La Gran Evasión


Cuando uno compra entradas para ver “La Gran Depresión”, seamos sinceros, ya sabe a lo que va. Quiero decir que el espectador en ningún momento espera ver “Medea” o “La voz desnuda” de Cocteau. Lo que uno busca en estos espectáculos es pasar un buen rato de la mano de dos amigas que son como de la familia porque hemos crecido con ellas. Y sabemos de antemano lo que nos van a dar artísticamente. Porque Loles León y Bibiana Fernández no son precisamente Nuria Expert ni Blanca Portillo, pero ni falta que les hace. A veces uno necesita este tipo de entretimiento y asumirlo sin complejos ni juicios de moral. Esto, señores, es tan teatro como una tragedia griega o un siglo de oro de Calixto Bieito. Uno no sólo vive de “Informe Semanal”, a veces la mente también necesita un “Tu cara me suena” de vez en cuando -por hacer un paralelismo televisivo innecesario pero divertido-.
La función bien podría llamarse “La gran evasión”, porque es una hora y media libre de preocupaciones y risa perpetua. Pero también porque la historia, aunque construida a través de un guión excepcional, da igual. El juego lo establecen ellas, en ese doble juego persona/personaje incluso personaje/personaje me atrevería a decir en el caso de fenómenos mediáticos. Hay muchos momentos en los que no importa lo que dicen, ni tan siquiera lo que hacen, lo importante es lo que son.
Marta y Manuela son dos amigas que se reecuentran tras 8 años sin verse. Quizá sea éste el peor momento de sus vidas, pero el mejor momento para mostrarnos todo lo que llevan dentro. Así conocemos sus vidas, sus aventuras, sus amores, sus miedos, sus fracasos, sus reproches y a todas esas mujeres que viven dentro de ellas, algunas muy lejos de la imagen que proyectan sobre los demás. Los 80 marcaron para siempre a estas dos mujeres que a pesar de llevar otro tipo de vida siguen siendo adictas. Bastará unas horas para descubrir que continúan enganchadas, que son unas “yonquis” de la imagen, de los hombres, de los sentimientos y de esa eterna búsqueda de todo aquello que las haga sentir vivas, lo que las llevará a un retorno a esos años dorados, pero ahora con la madurez de todo lo vivido, la seguridad y la perspectiva (vital para reírse de todo, único remedio infalible) que sólo la experiencia es capaz de dar.


Tampoco defraudan Dunia Ayaso y Félix Sabroso con un estupendo guión. Fan de ellos desde que descubrí la imprescindible “Perdona bonita, pero Lucas me quería a mí”, después de grandes trabajos como “Los Años Desnudos”, “La Isla Interior” o la fantástica “Mujeres” para TVE, se han convertido en unos grandes del espectáculo de nuestro país que se mueven en el cine, el teatro o la televisión con la misma facilidad y siempre cubriendo grandes dramas personales con un humor maravilloso. Un humor ácido, ágil, inteligente, a veces incluso cruel, pero catárquico y terapéutico. Siempre planeará sobre ellos y sus trabajos la sombra de Almodóvar (productor a veces, por cierto), sombra que inevitablemente se alarga tratándose de Loles y Bibiana, que llevan eso de ser “chica Almodóvar” en los genes. De hecho anoche pensé que a veces Almodóvar también es de alguna manera “chico Bibiana o chico Loles”. Las comparaciones con el universo del manchego no eclipsan en absoluto el trabajo de estos dos creadores que están a un solo paso de tener el privilegio de ganarse ya un universo propio, aunque tengan lugares comunes como Benarroch, Alaska y el gran Juan Gatti (autor del maravilloso y vistoso cartel que tan bien nos vende la obra).
“La gran depresión” resulta pues algo que pretende ser “Alta comedia” (lo consigue a ratos) pero que quizá solo lo sea en su planteamiento y en el guión. Pero las actrices hacen suyo el texto hasta tal punto de llevárselo más cerca del vodevil donde las “morcillas” y la improvisación arrancan risas (tienen tablas y se nota), pero resta al conjunto. Entre esos viajes de estilos se va perdiendo el ritmo. Hasta tal punto de hacerse pequeños silencios que el espectador no entiende (y que yo juraría que son pequeñas” idas de olla” y lagunas en el guión), algo absolutamente imperdonable en dos mujeres todo terrenos con tantos años bajo el foco. Pero se les perdona. Incluso volvería a verlas. Como dice Bibiana en la función “he dejado mis adicciones, ponme una copa para celebralo”.